LA BAÑEZA - GUÍA DE TURISMO 2019

20 EL MERCADO En una economía rural antigua el mercado local o regional tenía una función importantísima al servir de lugar de con- fluencia entre los productos agrarios del campo y los trans- formados por el sector artesanal en los núcleos urbanos. Ante la inexistencia de un mercado nacional en la Castilla del Antiguo Régimen, fueron los mercados comarcales los autén- ticos motores que permitieron el encuentro entre estos dos mundos, el rural y el urbano. El origen del mercado bañezano se remonta posiblemente a la Alta Edad Media. Existió en aquella época un Monaste- rio denominado San Salvador, a cuyo amparo comenzaron a acudir la víspera del domingo gentes de los lugares próximos a cambiar o vender los productos de la tierra. Con los años, este mercado fue adquiriendo nombre, y su fama traspasó fronteras recibiendo mercaderes y compra- dores de las cercanas regiones de Galicia, Asturias, Castilla o Extremadura. El Mercado, por tanto, estaba arropado no sólo por la con- currencia local, sino también por los viajeros que forzosa- mente llegaban a la villa, al encontrarse ésta situada en el cruce de las vías más importantes de acceso entre Galicia y Castilla, entre Asturias y Extremadura. Su consolidación y apoyo oficial se produce en el siglo XVI. En 1523 Don Pedro de Bazán, 3er vizconde de Palacios de la Val- duerna, le concede apartarse de su jurisdicción, bajo la cual se encontraba La Bañeza hasta ese momento. Esto significaba, en- tre otras cosas, tener justicia propia y privilegios que iban des- de librar a sus vecinos de las prestaciones señoriales hasta la exención de impuestos, lo que permitió al Mercado adquirir un importante desarrollo. Ratificaba así un gesto que ya había teni- do su madre, doña María de Zapata, al promulgar como regente un documento en 1486 por el que relevaba a sus habitantes de cumplir una serie de obligaciones como reparar sus caminos o servir como guardias en el castillo. No debemos olvidar, sin embargo, que el crecimiento del mercado bañezano redundaba en beneficio de Don Pedro de Bazán, en tanto en cuanto percibía de los productos a la venta los derechos de alcabala y castillaje, derechos que in- crementaba a su antojo. Este hecho había provocado que en 1501 los Reyes Católicos otorgasen a la villa, ante las quejas de los comerciantes, un Real Arancel por medio del cual se limitaban los impuestos que podía percibir. Esta circunstan- cia, unida a la pérdida de importancia del señorío frente a la pujante villa bañezana, sirvió de base para que finalmente el vizconde decidiese apartar a la ciudad de su jurisdicción. Gracias a esta minuciosa regulación, el mercado de La Ba- ñeza iría aumentado su pujanza con el correr de los tiempos, hasta convertirse en una de las citas económicas más impor- tantes del noroeste de España durante época medieval. A pesar de que hubo una fuerte fase recesiva por la que atravesó la villa en la primera mitad del siglo XVII (que siguió a la fase expansiva del siglo XVI), el mercado semanal siguió centralizando en torno a sí toda la actividad comercial de la comarca. En el siglo XVIII, con el resurgimiento de la indus- tria artesanal bañezana, el afianzamiento en la villa de una burguesía con fuertes intereses comerciales y aprovechando también la recuperación del campo, el mercado alcanzó re- nombre nacional equiparándose a los más importantes de Castilla. Los productos más destacados del Mercado fueron el lino, el aceite de linaza, la lana, el ganado o el pescado. Aunque el Mercado nació a las faldas de la iglesia del Salva- dor, a medida que fue creciendo y ganando importancia fue distribuyéndose a lo largo de muchas de las calles de la ciu- dad, que tomaron el nombre de los productos que en ellas se comercializaban. Estas calles no siempre fueron las mismas, ya que los productos fueron cambiando de emplazamiento según las necesidades del mercado a lo largo de los siglos. Ca- lles, plazas y barrios como la calle de la Verdura, la Plaza de los Cacharros, la de los Bueyes, la de las Cabalgaduras, la de las Mulas o la del Ganado menudo o el Barrio de los Labradores. El Mercado se complementaba con el comercio de la ciudad, que en muchas ocasiones también se distribuía en calles que tomaban el nombre de los productos que se

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